En la vida hay cosas que
nos provocan una sensación de dulzura y de ternura, que nos dibujan una sonrisa
y nos dan ganas de achuchar incontrolablemente... los peluches son una de
ellas.
A mí me encantan y me
trasladan a la niñez, cuando jugaba con ellos horas y horas, los cuidaba y
dormía completamente sepultada por ellos para no dejar ninguno fuera de la
cama. Ahora lo revivo con mi niña, a la que veo hacer exactamente lo mismo y
con la que disfruto de sus juegos.
Pero además de los
peluches los bebés me provocan esa misma sensación, su olor, la suavidad de su
piel y sus caritas redondeadas, esas manos y esos piececitos que te dan ganas
de morder jejeje.
Así que cuando me
encargaron un pastel para el bautizo de la pequeña Alexandra lo tuve muy claro: el pastel
tenía que reflejar la ternura extrema que nos provocan los bebés. Así que nada
mejor que decorarlo con un precioso conejito de peluche elaborado con fondant.
Os juro que este conejito
me ha robado el corazón, lo hubiera adoptado sin pensármelo dos veces!
El pastel lo completé con
la típica ropita de bebé tendida, un body, unos patucos, el osito de peluche,
el pijama, un vestidito, un gorro, baberitos... todos secándose al sol.
En esta ocasión me
decanté por una gama de colores rosas y beige, que nos dan esa sensación de
calidez y aportan el toque de elegancia que precisa la ocasión.
Como era un pastel
destinado a los niños asistentes al bautizo lo hice de chocolate, relleno de
nutella y lacasitos (esta combinación nunca falla!).
Espero que lo disfrutaran
mucho los comensales y desde aquí felicitar a la pequeña Alexandra en un día
tan especial.
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